Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre?
Conejo Blanco: A veces, solo un segundo.

Lewis Carroll

Con la llegada de internet y las redes sociales es claro que las barreras del tiempo y el espacio han caído. O por lo menos como las conocíamos. El triunfo del tiempo sobre el espacio nos ha llevado a un vértigo que a veces, hasta nos parece inhumano. Pero no es así: las horas del día son de lo más mundano. 

Los estándares de tiempo, los relojes, el medir del tiempo cada vez más preciso es un constructo creado por la mente del hombre, un invento nuestro para ordenar de forma lógica, en consonancia con algunos fenómenos naturales las actividades rutinarias. Y sin embargo, aunque el pasar del tiempo es una percepción, el tiempo es tan real como las otras tres dimensiones que nos parecen más tangibles, aunque éste nos sea más elusivo, más difícil de definir. En cambio, podemos percibirlo. 

A pesar de que las últimas teorías sobre la naturaleza del tiempo hablan ya hasta de partículas, en la mayoría de los casos, como consecuencia del pensamiento moderno, seguimos sintiendo este concepto como un flujo que corre de un evento al otro, del pasado al futuro, o quizá derivado de culturas ancestrales, lo intuimos deslizándose como en un mandala, en el que rizomas y ciclos se superponen sin una causa-efecto necesario, pero en un eterno retorno. En cualquiera de los dos casos percibimos un orden. Los más doctos en el tema, en cambio, sostienen que solo vemos una mera sombra de las ocho dimensiones teorizadas, es decir, que las constantes de nuestro mundo, medibles empíricamente, en realidad son todas variables…a las que nos aferramos para contar con un sentido de realidad.

En la experiencia cotidiana, aunque sabemos que no es lo mismo esperar cinco minutos en Suiza que en México, es verdad que nos definimos en términos de lo que nos ha ocurrido, de eventos pasados-momentos-presentes-planes-futuros desde los que discernimos nuestras vidas. Tenemos la percepción de que el orden de estos sucesos, sus causas y efectos, nos conforman y determinan nuestro ser. Por menos, hasta que un suceso particular irrumpe y nos obliga a reflexionar en un espacio-tiempo-capullo, para el que es necesario suspender lo fugitivo y observar. En ese intenso fragmento de tiempo suspendido, sin el devenir arrasador que nos sirve de paradigma, no tenemos que preocuparnos por el futuro, ni tener nostalgia por el pasado, ni sentir la urgencia del presente…es un momento de excepción en el que todo parece detenerse y reparamos en el tiempo. Más ese eterno-momento suspendido, solamente amplía la paradoja: en paralelo sabemos que el tiempo sigue su marcha inexorable. Tiempo real… 

El efecto llamado time dilation, ocurre cuando dos observadores se mueven a diferente velocidad, y el tiempo deja de ser el mismo para ambos. Pura relatividad. Este fenómeno asociado a la gravedad y a la velocidad que afecta el tiempo –y no sólo perceptualmente, ya que está comprobado que los relojes corren más despacio a nivel del mar que en la estratósfera-, sirve como pre-texto para que, a partir de la lectura de una serie de imágenes, nos demos la oportunidad de observar el tiempo y atisbar sobre lo que sucede en esa realidad suspendida. 

La dilación, desde este punto de vista, se convierte en la antesala de otra dimensión, porque tras el tiempo suspendido –ya sea por la velocidad de la luz o por un segundo de iluminación- somos impulsados hacia un universo alterno, hacia otro espacio-tiempo donde ya jamás seremos los mismos…aunque sigamos nuestro devenir en este humano tiempo. 

Conceptos tomados del compendio A matter of time, ejemplar de la Scientific American Magazine, en una edición especial editada y compilada por Gary Stix. (Volumen 16, No. 1, 2006)  

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