Gracias a una compra siempre pensada para ser local, los muebles principales pudieron ser surtidos, incluso bajo las difíciles circunstancias en las cadenas de producción, totalmente interrumpidas por el paro de actividades y cierre de establecimientos y aduanas. En una gestión totalmente digital, se logró consolidar y surtir pedidos, no sin los apuros que generó que, desde los pequeños productores de mueble de madera hasta el gigante multinacional, retrasaran sus entregas más de 30 días. Para el caso de las importaciones -las menos, pero existentes-, fue necesario cambiar alguna característica para restringirse a inventarios existentes, o definitivamente cancelar el pedido y sustituir la propuesta.
Pensando en la belleza de los exteriores, y en las medidas sanitarias, se llegó a un concepto de interiorismo que se basara en la calidez de la textura de madera y el espíritu austero, pero embellecido por objetos preciosos, de la vida en los monasterios medievales: Ambos inmuebles, el de Cangas de Onís, pero principalmente el de Següenco, se encuentran inmersos en una naturaleza privilegiada -ríos, montañas, bosques, muy cercanos a los afamados Picos de Europa- con vistas de ensueño, y una riqueza histórica y arquitectónica que tiene su principal vertiente en la época del arte Románico del alto medievo. Así, se eligió un mobiliario de madera, con pocas piezas, funcionales, de buen diseño y de muy buena factura, en acabados naturales, con una paleta de color totalmente neutra, que dejase protagonismo a la madera y la naturaleza circundante. Una especie de minimalismo que permitiese la contemplación.
Los colchones, blancos y cortinas, también debieron cumplir con una serie de especificaciones sanitarias, que se pudieron solventar sin problema, eligiendo una gama de blancos y crudos para todas las texturas, con el fin de facilitar los diversos procesos de lavado y almacenado, al tiempo que cumplían el objetivo visual de hacer “sentir” la limpieza -absolutamente real-, de las diferentes habitaciones, dormitorios y terrazas. En total se acondicionaron tres departamentos en Següenco -uno para personas de capacidades diferentes-, y uno, más amplio, en Cangas de Onís.
Al final, fue posible permitir la entrada a huéspedes solamente quince días después de la fecha programada, con la aprobación del dictamen oficial de las autoridades, y con la ventaja de estancias más prolongadas, sobre las que se esperaban, de índole más corta y esporádicas -Asturias fue una zona muy cuidada durante los meses más delicados de la pandemia en España-. El cúmulo de personas que se trasladaron al campo debido a la pandemia, las medidas de trabajo en casa y las necesidades de los niños en casa, favoreció que los pisos fuesen solicitados y ocupados casi de inmediato, en una modalidad que, si bien no fue pensada de esa forma, resultó ideal para ello, gracias a la nobleza de los espacios finales. La vida en el campo, con vistas envidiables, terrazas abiertas, caminos poco frecuentados y espacios austeros, resultaron el ambiente más protegido para los difíciles momentos de encierro forzado y duelo de algunas familias.

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